viernes, 24 de enero de 2014

El hombre Playmobil


Gente de todo el mundo, valoremos al hombre. Concretamente al hombre en su faceta más conquistadora. Ese ser de pelo en pecho y cada día menos en la cabeza. Es más que evidente y ha quedado más que demostrado que ser mujer es mucho más complejo y requiere de una mayor dedicación que ser un hombre. Pero que nadie lo tache de sencillo, no señor. De sencillo nada. Ser hombre y conquistador implica la posesión de una autoestima a prueba de bombas. Mirar al rechazo a la cara y reírse. Una prueba de voluntad. El gran juego de la autoestima para todo hombre, suele comenzar con una frase aparentemente muy inocente : "Esta noche, salimos". A menudo (no siempre) este es el origen de todo. Y así es que, pasadas unas horas y con media botella de alcohol en el cuerpo, el hombre se agazapa en la clásica cola discotequera. Cualquier desentendido tan solo verá un edificio más en el que los decibelios superan unos límites preocupantes. Pero un hombre bien informado, sabe perfectamente que se encuentra ante el "terreno de juego". Porque así es amigos míos, un hombre en una discoteca tiene más cosas que demostrar que Kaká en el Bernabéu. El hombre se debe a la perseverancia y no a su ingenio en el tema de la conquista. Pues a esas horas, con la ausencia de luz, el acústico del lugar y las ya comunes maquinas de humo, no te pueden poner más facilidades para cubrir tus carencias. El hombre es un ser solitario, y solo se enfrenta al peligro. Pero para la mujer, es peligroso quedarse sola en una discoteca si quiere evitar compañías indeseadas. Por lo que la mujer se tiene que defender. Y lo hace:
Se protege mediante lo que yo denomino como "la tortuga". Consiste en un corro/circulo perfecto, formado premeditadamente por un grupo de amigas. De forma que quedan totalmente protegidas de cualquier ataque y sin ningún punto ciego. Y como buenas mujeres, hacen dos cosas al mismo tiempo: bailan y bailan pero en ningún momento pierden la formación. Una formación digna de las legiones romanas. En ese caso la conquista está difícil, ya que aquello no tiene fisuras. Si le hablas a una se giran todas y la circunstancia suele acabar en tragedia y reparto de calabazas. Por lo que hay que romper la formación. Y no es tarea fácil. A mí me ha llegado a invadir la desesperación en mitad de la noche y no plantearme otra opción que semi-placar a mi objetivo para romper la  férrea guardia. Llegando a parecer el mismísimo Batman, haciendo desaparecer gente en la oscuridad. Pero si no queréis llegar a estos extremos, paciencia. Porque el tiempo todo lo cura. Y así es, que tarde o temprano "la tortuga" se desmiembra. Pero no cantemos victoria pues una mujer nunca va sola, nunca. Y aquí de nuevo el hombre se debe aferrar a su inquebrantable determinación y perseverancia para mantener su empresa. Pues si ella merece la pena, hay que demostrar que tu compromiso iguala ese merecimiento. Y comienza la fase numero dos. Lo que yo denomino: "El mapache". Como hemos dicho, tras la desaparición de la formación tortuga, la mujer nunca queda sola, no. Le acompaña, en el mejor de los casos, una sola amiga. La amiga "flotador", que está para llevarla hasta su amado sana y salva o, para ahuyentar a los no deseados. Y ahí tiene que ir el hombre, solo, a la intemperie, expuesto a un posible rechazo inminente en la persecución de su anhelada meta. Es entonces cuando se despliega "el mapache": La amiga "flotador" estudia la zona y es la que establece el contacto visual con el pretendiente. Acto seguido se lo comunica a la mujer en cuestión, dándole todo tipo de información acerca del aspirante. Véase coordenadas, dirección del viento, vestimenta, apariencia, opinión personal, para acabar con un "no mires que te está mirando". Y llega el momento de la decisión. Como si fueras el elegido para sacar la mismísima Excalibur de la roca. Si lo eres, la amiga "flotador" se alejará como si se la llevase la marea. Si no, la amiga flotante cortará tu conversación con todo tipo de excusas extrañas para llevarse a tu bella mujer. Ya sea con el clásico: "Me encanta esta canción vamos a bailar", o con el irritante: "Vamos a por esa copa" o con el no menos importante: "Se me ha roto una pierna y nos tenemos que ir". (Lo sé, todos odiamos a la amiga "flotador"). Pero bueno, supongamos que eres el elegido y consigues sacar a Excalibur a bailar (no seáis mal pensados). Aquí llega una parte muy delicada: El baile. No sabemos bailar, en general no. Hay que ser muy consciente de ello y  jugar con las cartas que uno tiene, y el baile no es nuestro fuerte. Nuestra aerodinámica no está hecha para esas curvas. Somos más bien, como un Playmobil:  Sonrientes, con una articulación dramáticamente limitada y si nos quitas la peluca la cosa no mejora. Así es que, muévete con toda la gracia que te permita tu restringida flexibilidad pero no te la juegues mucho o corres el riesgo de lesión. Y es que las canciones maquineras de hoy día tampoco ayudan. Por ejemplo, aquella que dice: "agáchate, agáchate, agáchate" hasta la saciedad. No sé vosotros pero yo, al cuarto agáchate las vértebras me hablan braile. 
Pero en fin, lo importante es llegar vivo al final del encuentro y mantener nuestras posibilidades para el partido de vuelta. Lo cual pasa por aprobar el examen de la típica "foto postureo facebook". Y es que llegué a oír a un amigo mío que lo importante no es pasárselo bien, no. Lo importante es tener fotos donde parezca, que te lo pasas bien. Y debe de ser cierto porque he llegado a ver resucitar auténticos muertos etílicos para emerger de la sombra y posar en la foto como si aquello fuera Ibiza o el ya legendario Tomorrowland. Y todo esto para al día siguiente, ver tu cara de borracho pordiosero en la ya mencionada red social. Y es que ni aquí la autoestima del hombre queda a salvo. Ya que, si una mujer sube una foto, aunque se trate de una piedra en un valle de piedras, recibirá un oleaje de apoyo moral por parte de sus amigas, amigos y tiradores de caña ocasionales. Todo esto en forma de "me gustas" y todo tipo de comentarios descriptivos, resaltando sus ojos, sonrisa y belleza en general. Pero si en cambio es un hombre el que sube la foto, con toda la buena intención del mundo, lo mejor que va a conseguir es un "me gusta" de su madre y dos comentarios de sus amigos bromeando acerca de su orientación sexual. Y si recibe algo más, es una invitación para jugar al candy crush saga. Autoestima, que nadie te la quite. Y para terminar con tanto divagar, hemos de tener en cuenta que todo el proceso previo ya mencionado, es más que crucial para el desarrollo de tus demás actividades vitales. Como puede ser la relación con tus amigos. Porque seamos sinceros, tienes que hacer valer tus argumentos. Y no es lo mismo que tras un mal día, te venga tu "amigo", aquel ser de otro planeta que se las lleva a todas de calle y te diga: "Tranqui tío que todo va a ir bien". ¡A ese le crees! Claro que le crees. Ese hombre sabe cosas. Cosas que no se enseñan en la escuela. Ese tío sabe cosas que tú aún no has descubierto. Pero en cambio, si en la misma situación el que te responde es tu colega que no se come un rosco, la cosa cambia. Te envuelve la duda, el titubeo, no es lo mismo. No eres tú...soy yo. Y aquí no termina. Que uno no puede vivir eternamente de la gloria pasada. Hay que estar al quite. Porque esto es como el balón de oro. Se te premia por logros individuales de este año y no de los pasados. Vamos que no hay descanso. Un estrés continuo.
Por lo que hago un llamamiento a valorar todo ese despliegue de coraje y medios por parte del hombre conquistador, ese ser tan entrañable. Como un Playmobil: sonriente, sencillo y tarde o temprano, sin peluca.